La perfección no es rentable.
En el artículo de la semana pasada, hablábamos de que la perfección no es buena. La sobreexigencia y la presión que ejercemos sobre nosotros mismos, intentando adaptarnos a las normas impuestas por el entorno sobre lo que es perfecto o no, y las propias creencias, hace que nos pongamos metas demasiado altas y nos castiguemos cuando no las conseguimos, lo que nos impide disfrutar del camino y del día a día. Hoy hablaremos de que la perfección tampoco es rentable.
Comparemos dos Ejemplos. Emma y Pablo.
Emma siempre ha sido una persona muy exigente consigo misma y con los demás. No da un paso adelante sin asegurar muy bien el anterior y busca la perfección en todo lo que hace, por lo que se ha dejado en el camino muchas actividades que le apetecían porque no era la mejor y siempre acaba frustrada y enfadada consigo misma, como sus clases de pintura y las de danza.
Su madre siempre la educó para que diese lo mejor de sí misma en todo lo que hacía, y que el segundo puesto era para perdedores, por lo que Emma siempre estuvo presionada.
Es fisioterapeuta en una mutua, y no se lleva demasiado bien con sus compañeros y compañeras, ya que le molestan constantemente pequeños detalles con los que es muy intolerante, por lo que está decidida a emprender y montar su propia consulta.
Pablo también es fisioterapeuta. Le encanta hacer actividades al aire libre y su pasión es el surf. No es muy bueno en el arte de las olas, pero disfruta muchísimo de la compañía de sus amigos y del mar, su gran pasión, por lo que no le importa demasiado no destacar.
Trabaja en la sanidad pública, pero tiene inquietudes empresariales y quiere que su trabajo, además de mejorar la salud de sus pacientes, mejore también su vida, así que decide dar el paso y montar su propia consulta.
Primera fase del emprendimiento.
Emma crea su plan de empresa: 90 hojas que incluyen hasta el más mínimo detalle, gráficos de todo con diferentes colores, diseño exquisito en todas las hojas y una perfecta encuadernación. Le ha llevado 25 días, pero por fin está a su gusto.
Pablo crea su plan de empresa. Es un diseño básico pero funcional. Lo importante no es que sea bonito, sino que le ayude a ordenar sus ideas, estudiar la viabilidad y posibilidades, tener claros los costes y crear un plan de marketing para captar clientes. Le ha llevado 5 días terminarlo y se siente satisfecho.
Emma quiere que su imagen corporativa sea representativa, original, pero a la vez seria, que guste a todo el mundo y que se adapte a la cartelería y a la decoración que tiene pensada para su clínica. Encarga el logotipo a una agencia, pero no le convence ninguna de las propuestas, por lo que decide hacerlo ella.
Se pasa 3 días probando distintas tipografías y varios tonos de azul. Cambiando elementos dos milímetros para arriba y dos para abajo, hasta que consigue lo que ella considera el logo perfecto… hasta que se lo enseña a su madre, que le dice que está bien, pero que le parece que las letras son muy pequeñas. Vuelta a empezar. 1 día más de diseño y ya tiene su logo.
A Pablo también le gusta el azul, y quiere que su logo represente el bienestar. Transmite esas dos pautas a un experto en marketing que le propone 5 modelos. Elige el que más le gusta.
Le ha llevado 15 minutos de llamada de teléfono y otros 15 de reunión con el márketer para decidir cuál sería el definitivo. No duda que el márketer sabe más que él de estos temas y confía en su criterio.
Emma ha invertido 30 días entre el plan de empresa y su imagen corporativa. Se pone a buscar un local adecuado.
Pablo ha invertido 5 días. Empieza a buscar el local.
La segunda fase del emprendimiento.
Emma visita 6 inmobiliarias y todos los portales “on line” que encuentra de su zona. En su plan de empresa ha definido claramente cómo quiere que sea su futuro local tan al detalle que se le está haciendo muy complicado encontrar algo igual.
Pablo visita 2 inmobiliarias que le enseñan varios locales que se adaptan a sus principales necesidades. Accesibilidad, facilidad para llegar y aparcar, luz natural y sensación de calma, y los huecos necesarios para desarrollar su actividad cómodamente.
En una semana tiene el local que le va bien sin tener que hacer apenas una pequeña reforma añadiendo un tabique, que le hace Pepe, amigo de un amigo, que trabaja bien y con un precio razonable.
Emma sigue buscando local. Aunque ha visto varios que serían más que aceptables, ninguno se adapta a su perfecto plan de empresa. Lleva un mes mirando y casi no le quedan opciones. Está agobiada y ya han pasado dos meses desde que comenzó con su emprendimiento.
Pablo ya tiene local, con el tabique listo, y mientras esperaba por el logo que le estaba haciendo el marketer, ya había contactado con los proveedores que le suministrarían mobiliario, maquinaria y accesorios para su trabajo, por lo que todo llegó casi al mismo tiempo.
Han pasado 20 días desde que comenzó con su emprendimiento y sólo le falta el cartel de la entrada para abrir puertas. Comienza su plan de marketing para captar clientes.
10 días más y Pablo está comenzando a facturar y a desarrollar su trabajado como a él le gusta, ayudando a las personas a que se sientan mejor en todos los aspectos. El boca a boca hace su trabajo por el buen hacer de Pablo y su calidad humana.
Emma tiene que conformarse con un local casi perfecto, pero como no le gusta el tono del suelo, invierte otros 20 días en elegir nuevo suelo y que pasen a ponérselo. El cartel de la puerta le lleva otros 2 días y se agobia con detalles como que los archivadores vayan a juego con el color de la pared.
Entre una cosa y otra, han pasado casi 4 meses desde que Emma comenzó hasta que abre la puerta. Eso le ha consumido parte de sus ahorros y comienza su andadura más ajustada de presupuesto de lo que su plan de empresa contemplaba, pues ha tenido que mantenerse durante ese tiempo. Al final no le queda más remedio que recortar la partida de marketing, por lo que tarda más en comenzar a facturar.
Pablo ya lleva 3 meses facturando, tiene clientes fijos y contentos y está a gusto trabajando.
Emma quiere que todo sea perfecto y pierde su tiempo y el de sus clientes con largas encuestas de satisfacción, papeleos y firmas.
Pablo aprovecha la confianza que tiene ya con sus clientes y el diálogo fluido para preguntarles directamente qué les gusta y en qué podría mejorar.
La conclusión
La perfección de Emma ha retrasado enormemente su trabajo, y al final ha tenido que readaptar igualmente su plan al quedarse sin presupuesto y ha tenido que ahorrar en una importante partida.
La forma de ser de Emma la arrastrará toda su vida, y lo que a priori parece una virtud, la convierte en una persona incapaz de disfrutar de los pequeños momentos imperfectos y avanzar con la fluidez adecuada.
Pablo no es perfecto, ni pretende serlo. Se pre-ocupa lo justo y concentra sus esfuerzos en su máxima meta, que es atender muy bien a sus clientes. Su vida fluye con rapidez y es una persona resolutiva y práctica. Tal vez le falten detalles a su clínica, pero llevaba meses funcionando adecuadamente cuando Emma consiguió abrir sus puertas por primera vez.
El equilibrio es la clave. Hagamos las cosas lo suficientemente bien, pues la creación también es camino y, poco a poco, con la experiencia, podremos ir mejorando detalles, pero ya estaremos funcionando y rentabilizando nuestro tiempo y/o idea.
El camino se hace andando.