Las tolerancias
Vivir nuestro día a día es muchas veces un acto irreflexivo de tareas y más tareas, que vamos llevando a cabo como podemos, de forma automática, sin percatarnos del cómo y a veces ni del porqué, acompañado de una pesada mochila de tolerancias que nos permitimos a nosotros mismos, y que cargamos en nuestra cabeza a primera hora para no soltarla hasta que nos dormimos.
La mochila cada vez pesa más, ya que no nos paramos a descargarla. Simplemente asumimos la mochila de las tolerancias como parte de nosotros y no somos conscientes del cansancio que supone el cargar con ella día tras día.
Pero, ¿A qué llamamos tolerancias?
Las tolerancias son esos detalles, tareas, comportamientos, propios y/o ajenos, que nos molestan, pero que no terminamos de solucionar nunca, ya que, aparentemente, no frenan nuestro día a día ni nos impiden desarrollar nuestra rutina.
Hay muchos tipos y ejemplos de tolerancias. Algunas son pequeñas tareas sin hacer que se van acumulando y que no son imprescindibles, pero rondan nuestra cabeza ocupando un espacio que nos haría falta para concentrarnos mejor, o para planificar, o simplemente para meditar y descansar.
Pero las tolerancias son como piedrecillas en el zapato en la caminata del día a día. No nos impiden andar, pero lo hacemos más incómodos, y más lentos.
Van drenando nuestra energía en un segundo plano, pero afectando a nuestros objetivos finales y a nuestro bienestar físico y mental.
Todas las personas deberíamos hacer una lista de las cosas que nos molestan y de las tareas secundarias sin solucionar.
Tipos de tolerancias
Por ejemplo, tienes pendiente coser un botón de tu camisa preferida, pero no encuentras el momento. Parece algo sin importancia, pero cada mañana, cuando abres el armario, ves la camisa y te repites lo mismo: “tengo que coser el botón”.
Ese pensamiento repetitivo ocupa todos los días un momento en tu cabeza, y a él se une el malestar por no haberlo hecho (“soy un desastre”) y el tener que renunciar a tu camisa preferida una vez más, teniendo que elegir otra.
El simple hecho de coser un botón, que te lleva cinco minutos, desencadena diariamente una serie de pensamientos negativos que van cargando tu mochila ya al empezar el día, minando tu autoestima y causándote cierta incomodidad.
Seguimos con el armario. Está desordenado y además hay ropa que ya no te pones porque ha dejado de gustarte, o porque ya no es tu talla, pero no tienes tiempo de ordenarlo.
El desorden hace que tardes mucho más en encontrar ropa para ponerte, y además, al estar amontonada, se ha arrugado y tienes que pararte a plancharla.
Esto hace que pierdas cada mañana 15 minutos en buscar, elegir y adecentar la ropa que vas a ponerte. En cinco días laborables habrás acumulado 75 minutos de pérdida de tiempo, más que suficiente para ordenar el armario…¡dos veces!
A esto hay que añadirle sentimientos negativos de frustración, prisas y otra vez el mantra “soy un desastre” que va afianzándose cada vez más en tu subconsciente.
Pero admitimos un armario desordenado, o un botón sin coser, porque al final no impide directamente que sigamos viviendo, pero sí va cargando esa mochila de tolerancias que acaba pesando demasiado.
Algunas tolerancias habituales.
Las pequeñas tareas sin hacer son las tolerancias más habituales. Cuadros sin colgar, el procrastinar tareas administrativas, ordenar zonas de la casa de tu espacio de trabajo, arreglar una ventana que no cierra bien, hacer una llamada pendiente, limpiar el coche por dentro…
Pero también están las tolerancias hacia un@ mism@. ¿Cuántas veces nos permitimos comer de forma poco saludable? Total, ¡ya habrá tiempo para recuperar!
Toleramos el no hacer ejercicio, aún a sabiendas de lo bien que nos vendría, pero como las consecuencias no son inmediatas, nos permitimos dejarlo para otro día.
Toleramos ese leve dolor de espalda, que requiere de una visita al médico para la que no tienes ganas, porque ya sabes que va a decirte que bajes de peso, o que hagas más ejercicio, o corrijas tu postura, y aguantas el dolor todo el día, porque es “soportable”, pero no te das cuenta de la cantidad de veces que te quejas del dolor, o que hablas de él con otras personas, ¡no eres consciente de lo que ese dolor ocupa en tu cabeza!
Tenemos mucha tolerancia también con comportamientos propios y ajenos que nos molestan, pero no lo suficiente como para obligarnos a tomar acción inmediata.
Un vecino que todos los días deja su bolsa de basura en el descansillo, para bajarla de noche. Cada vez que salimos de casa vemos su basura y nos enfadamos, porque si él no quiere la basura dentro de su casa, ¿por qué voy a quererla yo en una zona común?
Vemos la bolsa y nos quedamos media hora “rumiando” pensamientos negativos contra el vecino y su mal hábito, cargándonos de mal humor y rabia contenida. – “Tengo que” hablar con el vecino-, nos decimos, pero pasa un día tras otro y “nunca es el momento” de llamar a su timbre y educadamente pedirle que por favor no deje la basura en zonas comunes, ya que desprende olores y ocupa un espacio que los demás vecinos pueden necesitar.
Y toleramos esa situación a pesar de que nos genera mucho malestar.
Cuando la mochila de las tolerancias es muy pesada
Hasta que la mochila de tolerancias, que ya pesa demasiado, empieza a afectar a nuestra vida diaria. La energía es lo primero que se resiente.
Estamos más cansados físicamente y sentimos que nuestra mente está desordenada y “sucia”, llena de pequeñas cosas que nos generan muchos pensamientos y sensaciones negativas que hacen que tengamos cada vez menos ganas de hacer cosas, lo que se convierte en un círculo vicioso.
Tenemos dificultad para concentrarnos y continuamente nos asaltan pensamientos de “tengo que” que minan nuestra autoestima y nuestra capacidad.
Las personas de nuestro entorno se ven afectadas por nuestro enfado, o rabia, o tristeza, o cualquier sentimiento negativo que ya desborda de la mochila de tolerancias, demasiado pesada y cargada como para soportarla.
¿La solución?
- Empieza por escribir todo lo que te molesta.
- Agrupa por tiempos de solución y organízalas para ir tomando acción y eliminarlas de la lista.
- Deja para el final las que no dependen de ti.
- Empieza por un cambio o tarea, y termínala.
- Intenta no cargar desde un principio la mochila de tolerancias. Si puedes hacerlo YA, no lo dejes para más tarde, y si no puedes hacerlo, programa YA cuando vas a hacerlo y ponlo por escrito.
Podemos asegurarte que el alivio y la liberación es tal que te cambia el humor, y la vida! No dejes que la piedra en tu zapato te impida terminar tu camino, y, sobre todo, disfrutar de él.